Exigente
conmigo mismo, perfeccionista.
Hago
cualquier tarea y tengo que hacerlo lo mejor posible, cuando estoy en ello
pienso lo que tendría que mejorar, me juzgo de forma constante y siempre me
fijo en lo que podría haber hecho mejor. Cuando acabo, ya tengo algo sobre la
mesa para continuar. La inquietud vive conmigo.
Este
perfil de persona es más común de lo que parece, se tiene como una
insatisfacción permanente, siempre todo se puede hacer mejor. La crítica es
personal, con uno mismo, y hagas lo que hagas no es suficiente.
Recuerdo
mi primera mentoría sobre una sesión de coaching, la llevaba bien analizada y
estudiada, con una gran lista de temas a mejorar y detalles con los que no
estaba conforme.
La
primera sabia pregunta de mi mentora fue ¿en qué destacas en esta sesión? ¿qué
es lo que has hecho bien de forma natural?
Me
quede sin palabras ya que sólo me fije en lo que tenía que mejorar, no di
importancia a lo que estaba ya bien.
Gran
error. Lo que ya haces bien de forma natural lo puedes potenciar para llegar a
la excelencia con el mínimo esfuerzo, y hay que tomar consciencia de que
siempre hay algo estupendo en lo que hacemos.
Es
bueno fijarse en las áreas de mejora pero no hay que dejar de fijarse en lo que
hacemos bien, un estímulo positivo, brisa fresca para el cuerpo, el corazón y
la mente.
Imagina
que convives con una persona que todos los días te cuenta lo que tiene que
hacer mejor, que nunca llega a estar satisfecho de sí misma, que no te dice una
palabra positiva en todo el día, que siempre tiene una meta y no disfruta
cuando la consigue porque ya tiene otra. ¿Serías
feliz o llegaría a cargarte diariamente con una energía demasiado espesa?
Pues
ahora piensa con qué persona vives y vas a vivir toda tu vida, cual será tu
compañía hasta el último momento. Acertaste. Tú mismo.
No
sólo se convive con los demás, convivimos con nosotros y en ocasiones lo
olvidamos, tú eres tu mejor compañía.
Fijarse
en mejorar va contigo, pero si cambias la actitud y empiezas a poner tu
atención también en lo que haces bien, puede variar tu mundo interior.
Somos
animales de costumbres, para empezar a cuidarnos y mimarnos tenemos que crear
un hábito.
Utiliza
cada día algo de tiempo en pensar lo positivo de ti, en qué has mejorado, que
se te da bien con naturalidad, de que estás satisfecho.
Date
un premio por haber conseguido esa meta, tómate un bombón, o date un baño de
espuma o tómate una caña a tu salud.
Háblate
bien, quiérete, reconoce lo que haces bien.
Si tú
te cuidas, estás cuidando a los que tienes cerca. Si tú eres feliz impregnas el
ambiente con tu alegría.
Cuando
se produce un cambio en tu interior, fluye al exterior y lo que te rodea
cambia. Piensa en ti, sé objetivo contigo mismo y vive disfrutando.
Ojala
te sirva.
Carmen Hidalgo.
Ser excesivamente perfeccionista (con uno mismo, y ya no digamos, con los demás) puede llegar a ser contraproducente, ya que el no conseguir el objetivo deseado con la perfección máxima (ya que menos, no nos vale), puede dar lugar a momentos constantes de ansiedad, siempre negativos para nosotros y los que están a nuestro alrededor. Tú artículo me ha encantado. Focalizar también en los logros conseguidos puede ser un bálsamo reconfortante para las personas muy perfeccionistas (realmente para todos). También es bueno darse uno mismo recompensas de vez en cuando. Nos lo merecemos. Gracias por este artículo tan positivo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. El primer paso es darnos cuenta y el segundo que somos libres para mejorar y ser más felices día a día.
EliminarMejorarse uno mismo no debe partir de la exigencia o la búsqueda del perfeccionismo. Porque ¿qué es la perfección?; la respuesta suele venir de la comparación, con el exterior o con un ideal, que es exógeno, prejuicioso, estandarizado.
ResponderEliminarEs mejor trabajar la aceptación de uno mismo ya que aporta una mejor perspectiva. Calmadamente revisas profundamente, aspectos concretos de por qué haces lo que haces, qué te mueve en ese caso concreto, cuál hubiera sido tu potencial reacción y desde ahí sale automáticamente qué es mejorable. Y lo mejoras porque es la conclusión natural del proceso de autoconocimiento y no porque te lo exijas.
El proceso ha de ser calmado, meditado, sopesado, alejado de la comparación y de la exigencia. El premio es la mejora, no el rascado detrás de la oreja por modificar un hábito placentero momentáneamente sólo.. jajaja . Modificas tu esencia no tu comportamiento, que siempre puede ser impostado.