lunes, 9 de febrero de 2015

Soy perfeccionista


Exigente conmigo mismo, perfeccionista.

Hago cualquier tarea y tengo que hacerlo lo mejor posible, cuando estoy en ello pienso lo que tendría que mejorar, me juzgo de forma constante y siempre me fijo en lo que podría haber hecho mejor. Cuando acabo, ya tengo algo sobre la mesa para continuar. La inquietud vive conmigo.

Este perfil de persona es más común de lo que parece, se tiene como una insatisfacción permanente, siempre todo se puede hacer mejor. La crítica es personal, con uno mismo, y hagas lo que hagas no es suficiente.

Recuerdo mi primera mentoría sobre una sesión de coaching, la llevaba bien analizada y estudiada, con una gran lista de temas a mejorar y detalles con los que no estaba conforme.

La primera sabia pregunta de mi mentora fue ¿en qué destacas en esta sesión? ¿qué es lo que has hecho bien de forma natural?

Me quede sin palabras ya que sólo me fije en lo que tenía que mejorar, no di importancia a lo que estaba ya bien.

Gran error. Lo que ya haces bien de forma natural lo puedes potenciar para llegar a la excelencia con el mínimo esfuerzo, y hay que tomar consciencia de que siempre hay algo estupendo en lo que hacemos.

Es bueno fijarse en las áreas de mejora pero no hay que dejar de fijarse en lo que hacemos bien, un estímulo positivo, brisa fresca para el cuerpo, el corazón y la mente.

Imagina que convives con una persona que todos los días te cuenta lo que tiene que hacer mejor, que nunca llega a estar satisfecho de sí misma, que no te dice una palabra positiva en todo el día, que siempre tiene una meta y no disfruta cuando la consigue porque ya tiene otra.   ¿Serías feliz o llegaría a cargarte diariamente con una energía demasiado espesa?

Pues ahora piensa con qué persona vives y vas a vivir toda tu vida, cual será tu compañía hasta el último momento. Acertaste. Tú mismo.

No sólo se convive con los demás, convivimos con nosotros y en ocasiones lo olvidamos, tú eres tu mejor compañía.

Fijarse en mejorar va contigo, pero si cambias la actitud y empiezas a poner tu atención también en lo que haces bien, puede variar tu mundo interior.  

Somos animales de costumbres, para empezar a cuidarnos y mimarnos tenemos que crear un hábito.

Utiliza cada día algo de tiempo en pensar lo positivo de ti, en qué has mejorado, que se te da bien con naturalidad, de que estás satisfecho.

Date un premio por haber conseguido esa meta, tómate un bombón, o date un baño de espuma o tómate una caña a tu salud.

Háblate bien, quiérete, reconoce lo que haces bien.

Si tú te cuidas, estás cuidando a los que tienes cerca. Si tú eres feliz impregnas el ambiente con tu alegría.

Cuando se produce un cambio en tu interior, fluye al exterior y lo que te rodea cambia. Piensa en ti, sé objetivo contigo mismo y vive disfrutando.


Ojala te sirva.

Carmen Hidalgo.

3 comentarios:

  1. Ser excesivamente perfeccionista (con uno mismo, y ya no digamos, con los demás) puede llegar a ser contraproducente, ya que el no conseguir el objetivo deseado con la perfección máxima (ya que menos, no nos vale), puede dar lugar a momentos constantes de ansiedad, siempre negativos para nosotros y los que están a nuestro alrededor. Tú artículo me ha encantado. Focalizar también en los logros conseguidos puede ser un bálsamo reconfortante para las personas muy perfeccionistas (realmente para todos). También es bueno darse uno mismo recompensas de vez en cuando. Nos lo merecemos. Gracias por este artículo tan positivo.

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    1. Muchas gracias por tu comentario. El primer paso es darnos cuenta y el segundo que somos libres para mejorar y ser más felices día a día.

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  2. Mejorarse uno mismo no debe partir de la exigencia o la búsqueda del perfeccionismo. Porque ¿qué es la perfección?; la respuesta suele venir de la comparación, con el exterior o con un ideal, que es exógeno, prejuicioso, estandarizado.
    Es mejor trabajar la aceptación de uno mismo ya que aporta una mejor perspectiva. Calmadamente revisas profundamente, aspectos concretos de por qué haces lo que haces, qué te mueve en ese caso concreto, cuál hubiera sido tu potencial reacción y desde ahí sale automáticamente qué es mejorable. Y lo mejoras porque es la conclusión natural del proceso de autoconocimiento y no porque te lo exijas.
    El proceso ha de ser calmado, meditado, sopesado, alejado de la comparación y de la exigencia. El premio es la mejora, no el rascado detrás de la oreja por modificar un hábito placentero momentáneamente sólo.. jajaja . Modificas tu esencia no tu comportamiento, que siempre puede ser impostado.

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